Adiós ambages, maletas divorciadas;
adiós fracasos descalabrantes.
La piel en llagas, dolorienta,
des-con-tex-tua-li-za-da,
ligeramente pegajosa.
Me soy
me siendo,
sólo porque me creo
(todo lo que uno puede creerse y crearse)
Sin log(r)os ni precintos
depilado a la cera ardiente
-desde los castillos
el magma cotidiano al acecho-.
Después de todo
sólo queda lo que no somos
lo que hemos sido pero no
lo que seremos pero tampoco
lo que expulsamos o rechazamos
como parte de una identidad actoral
adiós fracasos descalabrantes.
La piel en llagas, dolorienta,
des-con-tex-tua-li-za-da,
ligeramente pegajosa.
Me soy
me siendo,
sólo porque me creo
(todo lo que uno puede creerse y crearse)
Sin log(r)os ni precintos
depilado a la cera ardiente
-desde los castillos
el magma cotidiano al acecho-.
Después de todo
sólo queda lo que no somos
lo que hemos sido pero no
lo que seremos pero tampoco
lo que expulsamos o rechazamos
como parte de una identidad actoral
construida con los pocos papeles
que interpretar se nos ha dejado
que interpretar se nos ha dejado
despegar la foto del denei
que, como el calor portugués,
es la piel invisible, la ropa extraña,
irreconocida, irreconocible,
que dan ganas de arrancarse.
es la piel invisible, la ropa extraña,
irreconocida, irreconocible,
que dan ganas de arrancarse.