Cuando aún no estaba la luna, y afuera
como un corazón poético y sombrío
palpitaba el cielo de primavera,
la noche, sin ti, no era
más que un oscuro frío.
(Lugones)
he rastreado –búsquedabsoluta– cincuentamil brotes de saliva –tántas veces cuántas-
hasta poder consentirme el lujo –río- de las catorcehoras
en un reloj cuadrado que no repique a tí (sí, tú eres el único ti acentuado)
de obtusángulos becarios en anocheceres y maldades maldadas,
muertes cirróticas lipoescasas liporiginales, palomas en lucha por un trozo de pan,
desgajamiento: de ser uno a mediouno o mediodós –quizás todo estaba medido-
sin encontrar una huella de tu existencialgodonosa vigilante
impacientos de días el corazón como vientre de niño famélico ruge
-tú asesina inmóvil como el hambre de pan, dedicatoriardiente-:
“la eternidad estrellada reposa el regocijo que vuela entre las horas diurnas (miles)
¿es posible que el invierno nunca llegue? ¿quién se encargará de cuidar las flores?”
a la noche, ebanista de almohadas xilógrafo de sueños dactilógrafo de evocaciones
empatético reviento del sur -nosotros: plural mayextáctico–
voy a torpe-de-arte como agua de río a las rocas -¿ytúamí?-
septihembra siembra la palabra prohibida en cuarentena barbecho standby
-una novena a esta única maldita séptima- el único antiseptióptimo
septiemblo de pensarlo –leo un naufragio anticipado-
(¡tánto huir del pasado para ahora temer al gálguico futuro eunuco
puñonrostro sin residencia ni calle una posible línea i-maginot!)
Bélleza trágica destinal, qué más vas a robarme –de bello gallico–
ermita del pantano, templo en las alturas: ite missa est?